Pumas de Bronce a las luces de París
- alumnosisec2020
- 19 oct 2020
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“En París, todo el mundo quiere ser un actor; nadie se contenta con ser un espectador”, decía el poeta y cineasta francés, Jean Cocteau. Adhiriendo inconscientemente a esta idea y dotándola de otro argumento para que cobre sentido, el seleccionado argentino de rugby la hizo propia y demostró que no solo no quería ser el convidado de piedra del Mundial organizado por el país galo, sino que tampoco se iba a limitar a ser un actor de reparto.

El 19 de octubre de 2007, el Parque de los Príncipes fue el escenario de un acontecimiento histórico para el rugby argentino. Allí se produjo la victoria sobre Francia por 34-10, lo que significó subirse al podio mundialista y colgarse la medalla de bronce, como corolario de un torneo sobresaliente de los Pumas.
La selección dirigida por Marcelo Loffreda empezó y terminó de la misma manera: con triunfo ante los locales contra todos los pronósticos. En el mismo certamen, dos veces el resultado favorable no es casualidad. El trabajo, la planificación, la estrategia por parte del cuerpo técnico, junto con las actuaciones de gran nivel y la capacidad de plasmar en la cancha lo diagramado en el tablero, de los jugadores obtuvieron recompensa con una gesta memorable. El entrenador argentino así explicaba hace un tiempo, en el programa “Entrenadores” de DeporTV, la táctica del éxito aplicada en aquellos partidos.
La gesta memorable de los Pumas que abarca todo el Mundial tuvo pequeños grandes hitos con cada partido ganado, que consumaron la mejor actuación argentina de la historia de la World Cup Rugby. El camino comenzó con el batacazo en el partido inaugural, al imponerse por 17-12 a "Les Bleus" el 7 de septiembre. Luego había que ratificar el buen resultado inicial y así fue al vencer por 33-3 a Georgia, el 11 de septiembre. En el siguiente partido se produjo la victoria más contundente de la cita mundialista frente a Namibia por 63-3, el 22 de septiembre. El último partido de la fase de grupos fue el 30 de septiembre ante Irlanda y el triunfo fue por 30-15.
Los Pumas terminaron primeros en el grupo y enfrentaron a Escocia por los cuartos de final el 7 de octubre, donde consiguieron pasar a estar entre los cuatro mejores de la Copa del Mundo al ganar por 19-13. En semifinales se chocaron con la jerarquía de Sudáfrica y cayeron por 37-13 el 14 de octubre. Y así finalmente llegaron al duelo final con el anfitrión para repetir lo sucedido en el primer partido. La diferencia que en esta última ocasión cuando terminó el partido había premiación.

El legado de ese tercer puesto llega hasta el día de hoy y perdurará por siempre. Lo significativo de aquella hazaña reside también en haber mostrado superioridad a pesar de las diferencias de presupuesto y la falta de competitividad en un certamen anual del seleccionado nacional con respecto a las potencias europeas y las del hemisferio sur. Una buena parte del progreso constante de los últimos años, tiene base de apoyo en esos Pumas de Bronce. Reconocimiento eterno a los protagonistas que se calzaron el mejor traje sin que les pese, asumieron un papel principal y se llevaron todas las luces de París.
Joaquin Morosi
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